jueves, 27 de septiembre de 2012

25 de septiembre (¿fun, fun, fun?)


Escribo algo al final del día 26, más de 24 horas después de los hechos ocurridos ayer entre la Carrera de San Jerónimo, la Plaza de Neptuno y el Paseo del Prado. Algo huele a podrido, algo desprende un tufillo nauseabundo que me impide seguir con el trago que me he servido como colofón, merecido, a una dura jornada de trabajo.
Leen ustedes que algo huele a podrido y sí, leen bien. Da la sensación de que la democrática izquierda, en este país llamado España está en un estado de descomposición tal que no sabe perder y que no acepta las leyes y las normas del juego cuando pierde y eso es el duro castigo que pagamos por tener a la socialdemocracia en el gobierno presidido por el señor Rajoy.

La historia se repite, queda patente en los hechos que estamos viviendo estos días. Yo ya los he vivido en los años 2001 o 2002, sin violencia. O con violencia, en el año 2003. En esa época sabía perfectamente lo que pasaba y porqué ocurrían las cosas con más o menos la misma certeza que ahora. Hace bien poco ha habido una guerra en Libia y la masa no ha salido a la calle, igual que con las masacres en Siria y, ¿dónde estaban los titiriteros de 2003? En el poder, por eso no salían a la calle.
La izquierda cuando no gobierna (dos legislaturas y casi un año desde las pasadas elecciones en el último periodo democrático) arma bronca y gresca, les interesa que haya crispación y tensión. Son capaces de enfrentarse a las fuerzas del orden público (la izquierda en general, no pongamos nombres) para conseguir su fin. El más puro maquiavelismo consagrado, para ellos el fin sí justifica los medios. En un Estado de Derecho, el fin nunca puede justificar los medios y más si el fin que se pretende es derrocar por la fuerza al Parlamento.

He dicho antes que la historia se repite y he mantenido que los hechos de ayer se produjeron en el 2003 por una guerra a la que España fue una vez concluida y no a bombardear Líbano, como me comentó en una cena un piloto de F-18 del Ejercito del Aire y no salieron a la calle. La historia anterior a esta que recuerdo, en democracia, se remonta a octubre del 1934 con una serie de sucesos muy similares. La huelga general estuvo dirigida por miembros del Partido Socialista y de su sindicato, así como la CNT, FAI y el Partido Comunista y tuvo los disturbios provocados tuvieron que ser sofocados por la Legión[1].


¿Está el PSOE detrás del 25 – S o del 15 – M? pues yo no lo sé, pero sí se vio ayer a Cayo Lara con los “rodeantes” del Congreso.
¿Se vieron banderas de España ayer o en 15 – M? No, en cambio sí se vieron banderas de regímenes totalitarios o de la II República (que ya sabemos todos como acabó).
¿Gobernaba la derecha cuando ocurrieron todos estos hechos? Si al gobierno del señor Rajoy lo aceptamos como de derechas… sí, gobernaba la derecha.

La problemática de estos hechos me parece más grave que de lo que pueda parecer. Gente con ideas maquiavélicas idea planes revolucionarios para derrocar al gobierno vigente [teniendo en cuenta la mala situación del país, la desmembranización y pretensión de “federalización” del mismo, pues igual no vendría mal que TODOS, de acuerdo, y sin colores e ideologías nos pusiéramos de acuerdo]. El problema de estos planes es que están auspiciados por un solo color, sus banderas son las republicanas que se creen en el poder de una verdad absoluta, de su verdad, y con legitimación para cometer delitos como es el atentado contra las Instituciones de la Nación.



Hasta aquí la comparativa histórica del 25 de septiembre. Ahora quiero desvincular mi postura y mi discurso con que tiene el actual gobierno, o por lo menos intentarlo. Lo único que comparto con ellos es la no balcanización de España y la defensa de que la Nación española es la patria común e indivisible de todos los españoles, dejando al lado cualquier monserga federalista.
Como romántico, el amor a la patria, a sus tradiciones, a su historia y sus costumbres lo llevo grabado en el corazón y me molesta de una manera soberana que la gente de izquierdas atente contra España tan impunemente. Como librepensador (sapere aude – atrévete a saber) no puedo evitar pensar en mí como individuo libre y como individuo libre me disgusta que el gobierno actual estrangule al ciudadano con una asfixia fiscal y, sobre todo que el dinero se malgaste en autenticas sandeces que asombrarían hasta al más inepto de los necios.

En fin, este es el país en el que he visto la luz, el hogar de mis padres y la tierra donde descansan mis abuelos (curiosamente en Cataluña y Asturias, focos de la Revolución del 34) y es en este país donde tengo la desdicha de ver como mi pueblo no ama la libertad[2], que la cambia para que el Estado le haga el gasto por él, le diga a donde puede y como no debe actuar…


[1] El motivo de la Revolución del 34 fue, precisamente el no adelantamiento de las elecciones que esperaba el PSOE por haber retirado la CEDA el apoyo al Partido Radical. Sin embargo, Alcalá – Zamora obligó al Radical Lerroux a formar gobierno con tres ministros de la CEDA.
[2] Por favor, no confundir libertad con libertinaje, la libertad no nos da derecho a hacer lo que nos de la real gana y sí a comportarnos conforme a la sana convivencia social. Tu libertad de expresión no puede perjudicar mi libertad de paso porque tengas la real gana de cortar una calle sin las autorizaciones previas. No caigamos en demagogia barata ni hagamos de la libertad un adalid que nos impida convivir en paz. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

viernes, 14 de septiembre de 2012

Sobre talentos y egoísmos


Buenos días a todos, tras un verano convulso con el que no ha habido tiempo para nada más que para enfrentarme a nuevos retos profesiones, me he visto en la tesitura de tener que ir abandonando (de forma involuntaria) este espacio, de haberlo dejado huérfano pero espero, poco a poco, ir recuperando el ritmo y poder volver a publicar entradas con más o menos periodicidad y rescatar los manuscritos que, por un motivo u otro, los apilé en la bandeja de asuntos pendientes.

Hoy he decidido arriesgarme e innovar. He querido mezclar una parábola con un pensamiento económico; pensamiento económico y parábola que llevan dando vueltas por mi cabeza un tiempo. Lo que lleva tantos días dejándome intranquilo es el egoísmo, el egoísmo superviviente del ser humano.

Decía Adam Smith que los beneficios del individuo radican en los egoísmos de otro. Nosotros tenemos pan no porque sepamos hacer pan, sino porque un señor, en el sentido más egoísta de la palabra, quiere obtener un beneficio, quiere ganar dinero y para ganar dinero produce y vende el pan. En caso contrario, de no querer ganar dinero, no vendería el pan, lo regalaría.
Esto es porque el panadero no es benevolente, ni tampoco una ONG, cobra por su pan y tú puedes decidir si comprar su pan o no, si te gusta o no, en definitiva, si lo quieres o no lo quieres.
Lo mismo ocurre con el carnicero, el cervecero (siguiendo con los ejemplos de Adam Smith), en su propio interés y no por su benevolencia podemos comprar carne, cerveza, etc. Ya que ellos, con su trabajo, buscan su propio interés[1]. Cada uno es egoísta y potencia su propio talento en consideración de su propio beneficio.



Y ¿a qué me recuerda este talento que potencia el carnicero, el panadero, etc? pues me recuerda a la parábola de los talentos[2]. De forma resumida, esta parábola dice que un Señor dejó a cada uno de sus siervos talentos en función de su “capacidad para el desempeño”[3]. Los dos primeros pusieron sus talentos a trabajar y generaron riqueza, de su esfuerzo consiguieron más de lo que tenían, cada uno según su capacidad. Aunque uno ganase cinco talentos y el otro dos, la respuesta de su señor fue la misma: “Bien, buen siervo y fiel”.
El egoísmo de los dos siervos les lleva a trabajar lo que les dan para obtener posteriormente su recompensa: “sobre lo poco has sido fiel, sobre lo mucho te pondré”. Gracias a su esfuerzo consiguen tener y ser recompensados, como el panadero que se levanta de madrugada para preparar el pan que vende durante el día.


Por otra parte, el lector puede pensar que igual que soy egoísta y cobro por lo que hago, puede haber personas que conviertan su egoísmo en no hacer nada, que no buscan ningún beneficio, ni de forma moral ni onerosa… nada. Ahora bien, si la sociedad obtiene del pan, carne, etc del egoísmo del panadero y del carnicero ¿qué obtiene del egoísmo del que no hace nada? Pues la respuesta es que no obtiene nada.
Entonces, tendríamos que valorar porqué el individuo, en su egoísmo de decidir, decide no hacer nada. Si lo decide de motu proprio o le viene impuesto. Si lo decide él mismo sin tener ninguna justificación, pueden, desde mi punto de vista, ocurrir dos cosas: que cada palo aguante su vela y que el individuo sea excluido de la sociedad (entiéndase esta exclusión no en un sentido peyorativo, sino en una obligación con la sociedad do ut des (doy y me das) la Sociedad, o el Señor en la parábola, te dan según lo que aportes, como ejemplo el sistema de pensiones). O, también puede ocurrir, que la sociedad decida ser benevolente y el individuo reciba un sustento, bienes económicos, materiales… para vivir.
Por el lado contrario, si le viene impuesto por lo que fuere, la sociedad tiene que ayudarle. 

Esto enlaza, volviendo a la parábola, con ¿qué ocurre con el siervo que no hace crecer su talento? El perezoso, aquel que no trabaja su talento, acaba perdiendo lo que tiene y, si el panadero, el carnicero, etc, siguen siendo egoístas y no benevolentes con él, el que decide no trabajar para obtener un beneficio no podrá obtener los bienes que éstos producen.


Entiendo la justicia como la voluntad de dar a cada uno por lo que tributa, pero también entiendo que un mínimo de oportunidades han de ser dadas a cada uno, ahora, si las pierdes, es porque quieres y no sabes aprovechar tu talento y al que no sabe utilizar su talento le debería ocurrir lo mismo que al siervo negligente, ya que si no tributas por nada, nada deberías recibir (siendo esto de forma voluntaria). Todos tenemos un talento que nos hace valer en la sociedad en la que vivimos, el problema, el verdadero problema surge cuando se corrompe ese talento con ayudas, subvenciones y demás que lo único que hacen es favorecer a que no se trabaje ese talento.



[1] El interés no tiene porque ser crematístico, ya que hay muchos intereses como la satisfacción personal que son de difícil cálculo y, muchas  veces, más valiosos que cualquier interés material.
[3] Definición de talento según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.