viernes, 14 de septiembre de 2012

Sobre talentos y egoísmos


Buenos días a todos, tras un verano convulso con el que no ha habido tiempo para nada más que para enfrentarme a nuevos retos profesiones, me he visto en la tesitura de tener que ir abandonando (de forma involuntaria) este espacio, de haberlo dejado huérfano pero espero, poco a poco, ir recuperando el ritmo y poder volver a publicar entradas con más o menos periodicidad y rescatar los manuscritos que, por un motivo u otro, los apilé en la bandeja de asuntos pendientes.

Hoy he decidido arriesgarme e innovar. He querido mezclar una parábola con un pensamiento económico; pensamiento económico y parábola que llevan dando vueltas por mi cabeza un tiempo. Lo que lleva tantos días dejándome intranquilo es el egoísmo, el egoísmo superviviente del ser humano.

Decía Adam Smith que los beneficios del individuo radican en los egoísmos de otro. Nosotros tenemos pan no porque sepamos hacer pan, sino porque un señor, en el sentido más egoísta de la palabra, quiere obtener un beneficio, quiere ganar dinero y para ganar dinero produce y vende el pan. En caso contrario, de no querer ganar dinero, no vendería el pan, lo regalaría.
Esto es porque el panadero no es benevolente, ni tampoco una ONG, cobra por su pan y tú puedes decidir si comprar su pan o no, si te gusta o no, en definitiva, si lo quieres o no lo quieres.
Lo mismo ocurre con el carnicero, el cervecero (siguiendo con los ejemplos de Adam Smith), en su propio interés y no por su benevolencia podemos comprar carne, cerveza, etc. Ya que ellos, con su trabajo, buscan su propio interés[1]. Cada uno es egoísta y potencia su propio talento en consideración de su propio beneficio.



Y ¿a qué me recuerda este talento que potencia el carnicero, el panadero, etc? pues me recuerda a la parábola de los talentos[2]. De forma resumida, esta parábola dice que un Señor dejó a cada uno de sus siervos talentos en función de su “capacidad para el desempeño”[3]. Los dos primeros pusieron sus talentos a trabajar y generaron riqueza, de su esfuerzo consiguieron más de lo que tenían, cada uno según su capacidad. Aunque uno ganase cinco talentos y el otro dos, la respuesta de su señor fue la misma: “Bien, buen siervo y fiel”.
El egoísmo de los dos siervos les lleva a trabajar lo que les dan para obtener posteriormente su recompensa: “sobre lo poco has sido fiel, sobre lo mucho te pondré”. Gracias a su esfuerzo consiguen tener y ser recompensados, como el panadero que se levanta de madrugada para preparar el pan que vende durante el día.


Por otra parte, el lector puede pensar que igual que soy egoísta y cobro por lo que hago, puede haber personas que conviertan su egoísmo en no hacer nada, que no buscan ningún beneficio, ni de forma moral ni onerosa… nada. Ahora bien, si la sociedad obtiene del pan, carne, etc del egoísmo del panadero y del carnicero ¿qué obtiene del egoísmo del que no hace nada? Pues la respuesta es que no obtiene nada.
Entonces, tendríamos que valorar porqué el individuo, en su egoísmo de decidir, decide no hacer nada. Si lo decide de motu proprio o le viene impuesto. Si lo decide él mismo sin tener ninguna justificación, pueden, desde mi punto de vista, ocurrir dos cosas: que cada palo aguante su vela y que el individuo sea excluido de la sociedad (entiéndase esta exclusión no en un sentido peyorativo, sino en una obligación con la sociedad do ut des (doy y me das) la Sociedad, o el Señor en la parábola, te dan según lo que aportes, como ejemplo el sistema de pensiones). O, también puede ocurrir, que la sociedad decida ser benevolente y el individuo reciba un sustento, bienes económicos, materiales… para vivir.
Por el lado contrario, si le viene impuesto por lo que fuere, la sociedad tiene que ayudarle. 

Esto enlaza, volviendo a la parábola, con ¿qué ocurre con el siervo que no hace crecer su talento? El perezoso, aquel que no trabaja su talento, acaba perdiendo lo que tiene y, si el panadero, el carnicero, etc, siguen siendo egoístas y no benevolentes con él, el que decide no trabajar para obtener un beneficio no podrá obtener los bienes que éstos producen.


Entiendo la justicia como la voluntad de dar a cada uno por lo que tributa, pero también entiendo que un mínimo de oportunidades han de ser dadas a cada uno, ahora, si las pierdes, es porque quieres y no sabes aprovechar tu talento y al que no sabe utilizar su talento le debería ocurrir lo mismo que al siervo negligente, ya que si no tributas por nada, nada deberías recibir (siendo esto de forma voluntaria). Todos tenemos un talento que nos hace valer en la sociedad en la que vivimos, el problema, el verdadero problema surge cuando se corrompe ese talento con ayudas, subvenciones y demás que lo único que hacen es favorecer a que no se trabaje ese talento.



[1] El interés no tiene porque ser crematístico, ya que hay muchos intereses como la satisfacción personal que son de difícil cálculo y, muchas  veces, más valiosos que cualquier interés material.
[3] Definición de talento según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.

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